Exposición Urdiendo la vida para tejer la paz

La exposición “Urdiendo la vida para tejer la paz”, realizada por la organización Tejidos Chakana, visibiliza la fuerza y la creatividad que puede surgir de la unión de diferentes actores que han sido afectados por la violencia en Colombia. Desde abril hasta junio de este año, se podrá apreciar esta exposición en la que se exhiben los tejidos en chaquira que fueron resultado de los talleres en los que participaron víctimas de crímenes de Estado, víctimas del conflicto armado, firmantes de paz, excombatientes de las FARC-EP y familiares de miembros de la Fuerza Pública.

La enseñanza del tejido en telar de chaquira se convirtió en un espacio de encuentro y de intercambio de experiencias que buscaron la reconciliación y la construcción de un futuro en paz. La galería artesanal que se construyó, y que ahora se presenta en esta exposición, es el resultado de un trabajo colectivo y un testimonio de la resiliencia y el deseo de transformación que habita en cada una de las personas que participaron en el proyecto.

“Urdiendo la vida para tejer la paz” es una invitación a reflexionar sobre las posibilidades que se abren cuando se decide tejer juntos y construir en comunidad. Los tejidos que se presentan en la exposición son más que piezas de arte, son hilos que conectan las historias y las experiencias de quienes participaron en el proyecto y que nos invitan a imaginar un futuro en el que la paz y la justicia sean una realidad en Colombia.

La exposición “Urdiendo la vida para tejer la paz” estará disponible para el público hasta el 30 de junio del 2023.

Los Guardianes de la Memoria en Bogotá

Por: Andrea Mora y Germán Moreno / Equipo Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.

Guardianes de la Memoria es una herramienta pedagógica para que los niños, niñas y adolescentes víctimas y afectados por el conflicto armado o por procesos migratorios fortalezcan el tejido social y la construcción de memoria y paz en la ciudad a través de diversas narrativas.

Camilo y Alejandra* vivían en el estado de Sucre, Venezuela. Su padre salió huyendo hacia Colombia en 2019 por haberse negado a participar en un hurto de enseres para ser entregados a las fuerzas militares venezolanas. En Sucre, Camilo y Alejandra tenían vivienda, comida, acceso a salud y educación, pero el asesinato de su tío en frente de su casa los hizo salir hacia Colombia bajo amenazas.   

Carmen*, junto con sus hijos Camilo y Alejandra, de 9 y 10 años, viajaron hasta la ciudad fronteriza de San Antonio del Táchira y desde allí caminaron durante siete días para llegar hasta Bucaramanga. Después, lograron conseguir un pasaje en bus hasta Barranquilla, sentados todos en el mismo puesto. “Mis hijos tuvieron que cambiar sus juguetes, sus risas y sus amigos por caminatas largas acompañadas de hambre, frío y cansancio”, relata Carmen.  

En Barranquilla su estadía fue corta al no encontrar oportunidades laborales y al enfrentarse con expresiones xenófobas, así que decidieron continuar su ruta hacia la capital del país en trayectos cortos. En Bogotá, Camilo y Alejandra se reencontraron con su padre y actualmente viven en un paga diario de la localidad de Kennedy. Muchas veces tienen una sola comida al día, no cuentan con Permiso Especial de Permanencia, ni acceso al sistema de educación, pero poco a poco se han vinculado a los espacios que hay para los niños y niñas en la ciudad.  

Al otro lado de donde residen Camilo y Alejandra, en el oriente de la capital, vive Martín* con sus tres hermanas y su madre. Llegaron a Bogotá en 2007 provenientes del municipio de Chaparral, Tolima, a causa de un desplazamiento forzado por amenazas y persecuciones que llegaron después del asesinato de su padre a manos de integrantes del Ejército. Él era líder social y presidente de una junta de acción comunal de la región. 

Martín y su familia tuvieron que iniciar de cero en Bogotá y pudieron establecerse en un paga diario de la localidad de San Cristóbal Sur.  A través de trabajos domésticos, la madre de Martín ha podido sustentar a su familia e iniciar una nueva vida mientras continúa asistiendo a las audiencias del proceso judicial que está en curso por asesinato de su esposo y denuncia las amenazas que hay contra su familia.  

Las historias de desplazamiento forzado y de migración de Camilo, Alejandra y Martín, son tan solo una muestra de las múltiples violencias que han impactado a las personas que habitan Bogotá, las cuales dan cuenta de la necesidad de continuar implementando en la ciudad estrategias integrales de reparación e inclusión. 

Uno de los escenarios donde Camilo, Alejandra y Martín han podido encontrar causas comunes es en los espacios protectores de la Fundación PLAN y de la Estrategia Atrapasueños de la Secretaría Distrital de Integración Social. En estos lugares conocieron la herramienta Guardianes de la Memoria que diseñaron el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación y la Secretaría Distrital de Integración Social, en alianza con la Fundación PLAN. Esta estrategia ha generado un espacio para jugar, experimentar, hablar y reflexionar sobre las memorias de los niños, niñas y adolescentes víctimas del conflicto armado y de la población migrante. 

Para Jose Antequera, director del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, Guardianes de la Memoria es una estrategia para que los niños y niñas puedan entender que la memoria es algo más que conocer las tragedias que han ocurrido en nuestra historia. “Es poder construir una memoria comprometida con el presente y una memoria que sea cultivada como parte de la cultura que también en los niños y las niñas es fundamental para que al final nuestro país pueda tener la paz que merecemos”, aseguró Antequera.   

En este espacio han podido compartir sus historias de vida, sus tradiciones y aquello que más anhelan, pero también han conocido a muchos niños y niñas que, como ellos, desean vivir una infancia con derechos, feliz y protegida. “Esta es una apuesta muy importante de la pedagogía y de poder trabajar con niños y niñas en el entendimiento de una ciudad vibrante en donde las migraciones han jugado un papel esencial y en la que cada una de las personas que llegan a la ciudad en diversos momentos y por diversas razones tienen un espacio, un lugar, unos derechos por los cuales luchar y desde los cuales pueden construir un futuro”, afirmó Gustavo Quintero, vicepresidente de la Fundación PLAN.  

Camilo, Alejandra y Martín hoy son Guardianes de la Memoria. Hacen parte de los 180 niños, niñas y adolescentes en Bogotá que participan de una aventura que les permitió narrar sus memorias y, a partir de ellas, entender que la construcción de paz y de causas comunes es de todos y todas sin importar el color de piel, el acento, el lugar de procedencia. La memoria es un ejercicio que se construye con los otros y las otras para hablar de aquello que nos hace humanos y nos une. 

Es así como Guardianes de la Memoria se convierte en una herramienta que hoy se implementa en nueve localidades del distrito, con acciones simbólicas que fortalecen el tejido social y la construcción de memoria y paz. “Creemos en la importancia de construir escenarios que permitan la participación de niños, niñas y adolescentes víctimas de conflicto armado y afectados por el mismo, que se conviertan en espacios de reconocimiento de su historia de vida. A través de la pedagogía, el arte, el juego, ellos expresan emociones, sentimientos, y se apropian de sus propios derechos”, aseguró Luis Parra, subdirector para la Infancia de la Secretaría Distrital de Integración Social.  

*Todos los nombres fueron cambiados por protección. 

Memorias en crisoles

Las vindicaciones o reivindicaciones de la memoria en escenarios de conflictos sociales y armados constituyen empresas de una amplia complejidad que no se pueden reducir tan sólo a abrirle espacios a las versiones de las víctimas. Obvio que esta es una iniciativa fundamental, pero ella se queda corta si esta apertura no está correspondida con un conjunto de medidas estructurales que permitan que efectivamente estas versiones sean parte de un proceso de restitución, de preservación o de universalización de los derechos que les fueron conculcados a las víctimas en medio del conflicto. Es entonces cuando los desafíos a la memoria se muestran en toda su magnitud: la efectiva vindicación o reivindicación de la memoria requieren la puesta en vigencia de la institucionalidad; la eficiencia de los procesos políticos, administrativos y judiciales; el cumplimiento estricto de las normativas nacionales e internacionales en materia de verdad, justicia y reparación; la apertura de las instancias de producción y reproducción simbólica para involucrar las vulneraciones como situaciones que denuncian y, al mismo tiempo, reconocen para la sociedad hechos afrentosos en su seno que no pueden volver a suceder.

Precisamente una de las iniciativas más importantes en medio de los procesos de vindicación o reivindicación de la memoria en medio de escenarios sometidos a conflictos sociales y armados tiene que ver con la sensibilización, la vinculación y el empoderamiento de las instancias de producción y reproducción simbólica, en capacidad de convertir el esfuerzo por la memoria en una empresa colectiva. No se trata de convertir a la memoria simplemente en un tema coyuntural para el sistema educativo, para las instancias que administran el patrimonio o para los medios de comunicación masiva. Se trata de una cuestión que debe hacer parte de los procesos permanentes de crítica que sostienen a estas instancias, de su reflexión sobre el cometido social de la producción simbólica y de sus posturas éticas y políticas con relación a la sociedad.

Almas Que Escriben – Vidas en medio del conflicto

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Quienes abran este libro se encontrarán con un instrumento poderoso: la historia contada, narrada por quienes han sido víctimas de la guerra, pero también por quienes hicieron parte de la confrontación armada y decidieron deponer las armas e integrarse a la vida civil.

Recordar para que no vuelva a pasar, entender lo que sucedió y no olvidar que, sin importar de dónde provenga, el dolor de cada víctima tiene la misma importancia, son los objetivos fundamentales del trabajo que realizamos en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación. Un Centro que desde el inicio de la actual administración se ha convertido en un espacio de todos, en donde las víctimas y los distintos actores del conflicto construyen conjuntamente un mejor mañana, de la mano con la ciudadanía, la institucionalidad, los organismos internacionales y todo aquel que esté dispuesto a contribuir, escuchar al otro y trabajar conjuntamente.

Estos objetivos surgen de un análisis profundo y muchas discusiones acerca del papel que debe jugar Bogotá como ciudad capital, pero también como escenario de conflicto en donde el miedo se convirtió en elemento constitutivo de la cotidianidad de quienes residen en la ciudad. Es precisamente ante este desafío que decidimos como Centro de Memoria, Paz y Reconciliación hacer una apuesta arriesgada pero absolutamente necesaria para una ciudad que necesita encontrarse y no dividirse, ponerse metas comunes y caminar hacia una paz para todos, una paz al 100%.

La apuesta consiste principalmente en generar espacios y desarrollar procesos que permitan el encuentro, que desde lo artístico, Almas que escriben. Vidas en medio del conflicto armado, lo cultural o lo pedagógico generen el clima de confianza para que quien llegue sienta la tranquilidad de expresar sus opiniones, contar sus experiencias y manifestar sus miedos, sin que esto excluya al otro de hacer lo mismo en las mismas condiciones.

Claramente, no es una tarea fácil porque como sociedad aún nos queda camino por recorrer, aún no aprendemos a respetarnos, a escuchar y a entender que seremos mejores cuando podamos convivir, discutir sin odio y acogernos a las reglas de juego propias de un Estado de Derecho.

Quienes abran este libro se encontrarán, entonces, con ese instrumento tan poderoso que es la historia contada por quienes han sido víctimas de la guerra y también por quienes hicieron parte de la confrontación armada y decidieron deponer las armas e integrarse a la vida civil. Son narraciones personales que nos hablan desde lo más íntimo de cada uno de los escritores, y a la vez son documentos políticos que nos relatan los estragos
de la guerra en la cotidianidad de personas de los más diversos
contextos.

Pero el ejercicio de la escritura no solamente fue el vehículo para llevar estas historias invaluables a los lectores, sino una herramienta a través de la cual los autores pudieron dar nuevos significados a sus experiencias y a sus relatos. Les permitió reconocerse verdaderamente en su propia historia, y de reconocerse también en las de otros participantes, propiciando relaciones de confianza y de solidaridad que fortalecieron la experiencia para todos. Fue, por todo esto, un proceso de auténtica reparación a través de la escritura, y el resultado es este libro que contiene y transmite toda la fuerza que se vivió a lo largo de estos meses.

Después de este ejercicio en el cual los protagonistas del conflicto armado se han atrevido a mirarse a sí mismos y a contarnos lo que vieron, nuestra tarea como sociedad es vernos reflejados Almas que escriben. Vidas en medio del conflicto armado en estos relatos y hacernos responsables de nuestras propias historias. Y si llega el día en que no se hable más sobre el conflicto que ha recorrido esta ciudad y este país, y caemos en el riesgo del
olvido, estarán las voces de Almas que Escriben para recordarnos que la mejor forma de sanar es relatar lo que hemos vivido.

 

Gustavo Alberto Quintero Ardila
Alto Consejero para los Derechos de las Víctimas,
la Paz y la Reconciliación

Cuentos Mesa de Víctimas Sumapaz

Recopilación de relatos escritos por la Mesa de Víctimas de Sumapaz, localidad 20 de Bogotá, donde la belleza del páramo y sus fuentes hídricas conviven a la par con las consecuencias que ha dejado el conflicto armado colombiano en el territorio, así como los avances de la tecnificación y la explotación de recursos.

Oficios de la memoria

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No es extraño que en este libro nos entregue memorias contadas por mujeres. Cada una nos presenta un relato distinto de su experiencia de vida que tiene una fractura cuando irrumpe la guerra en su casa y en los caminos de sus familiares y vecinos. Todas recorren los laberintos del desplazamiento forzado y la llegada a la ciudad para buscar una oportunidad que las libre de la angustia de haberlo perdido todo.

Bogotá Ciudad Memoria

Bogotá_Ciudad_Memoria

Este libro es otra mirada a la historia, desde los espacios públicos que son huellas latentes y que transforman a Bogotá en un gran mapa que refleja toda la violencia política nacional, así como las luchas sociales y las grandes apuestas por la paz. Es un libro que nos recuerda a personas que fueron silenciadas y a sueños que siguen esperando su momento.

El país, como esos muros que bajo muchas capas de pintura guardan mensajes e historias olvidadas, parece solamente atender al último
suceso, para cobijarse en la desmemoria. En esos muros hay una especie de almanaque de otros días que no pocas veces da cuenta de crímenes y vejámenes, de hechos soslayados o sepultados en los diarios, pero que hay que descascarar para encontrarlos.

Así sucede en este libro, ocurre que nuestra historia oficial –podemos repetirlo una y otra vez como un mantra por ser una verdad ineludible–, está contada más que por la punta del lápiz por el lado del borrador. En buena parte, el miedo generado como herramienta de amedrentamiento también conduce a provocar el olvido, a asordinar la verdad o a conculcarla.

Nos movemos entre un pasado hipotético y un olvido que nos lleva a vivir en la periferia del otro, en la indiferencia por lo que nos ocurre al cobijo de una ceguera histórica, de una ceguera impuesta. “La historia es el reverso del traje de los amos”, decía René Char, un poeta de la resistencia francesa que se negaba a la desmemoria y a los pases hipnóticos del olvido.

Este libro es la mirada desde el otro extremo del catalejo, no del lado que aleja los sucesos sino del que los acerca. Es, como todo lo que quiere hacer luz sobre la historia, el reverso del traje que otros nos han hecho a su antojo, a su gusto y sus medidas.

Para lograrlo, para avivar la memoria, los autores de esta obra necesaria han armado una suerte de rompecabezas, de mapas fragmentados de nuestra violencia, una especie de geopatía, de enfermedad, del paisaje que se puede señalar en los lugares donde han caído, víctimas del odio, desde notables hombres públicos hasta incontables e inolvidables desconocidos. Nadie es un N. N. para su núcleo familiar, a nadie le asignan el nombre del vacío.

Un mapa así, que más que geográfico es social, puede abarcar desde Jorge Eliécer Gaitán hasta el muchacho anarquista muerto por balas oficiales en una calle que antaño tuvo el nombre ostentoso de Real, una arteria de la ciudad que cuenta en un ábaco de luto una legión de muertos. Es una calle –allí también asesinaron a Rafael Uribe Uribe–, que desde el trasunto de la violencia tiene los visos de una calle Irreal.

El libro refuerza la generación, como lo hace de manera extraordinaria, el Centro Memoria, Paz y 10 Bogotá, ciudad, memoria, Reconciliación, de una conciencia colectiva sobre las víctimas de la ya larga encrucijada histórica que vivimos como Nación.

Una encrucijada que nos hace decir, con dolorosa ironía, que en Colombia la guerra siempre viene después de la posguerra, pero también que proyectos como este ayudan a darle el punto final a esta larga situación enajenada y cruenta.

Memoria, paz y reconciliación es el trípode en el que se monta una obra que no es privativamente el cuadro clínico de los colombianos como conglomerado social en el marco de la violencia, sino también un reconocimiento a las víctimas y a sus familiares, que también lo son.

Las luchas por la memoria

En las democracias latinoamericanas las luchas por la memoria apenas inician una vez superada la coyuntura de regímenes políticos autoritarios marcados por la presencia de la “bota militar”, entre las décadas del setenta y ochenta del siglo XX, particularmente, en las democracias del cono sur como las de Chile, Argentina, Brasil y Paraguay o en países como los nuestros caracterizados por democracias inestables y convulsionadas. De tal manera, la memoria de los colectivos se convierte en un elemento de tensión y de continua lucha contra la historia oficial y la verdad impuesta por un Estado que quiere decretar perdones y olvidos, amnistías y amnesias colectivas que violentan el derecho a la verdad, la justicia y la reparación de los más débiles. 

El olvido y el perdón suelen ser temas relacionados en el escenario de lo público cuando se toca el tema de la memoria y se reivindica la imposibilidad del olvido en el plano tanto individual como colectivo. En este sentido, la memoria individual y la memoria colectiva viven un continuo conflicto político frente a la historia oficial, cuando ésta quiere ocultar crímenes de Estado y delitos de lesa humanidad. Esta lucha política trae como consecuencia la imposibilidad del olvido, la cual, a su vez, tiene un antecedente directo en la discusión desarrollada por los sicoanalíticas y los fenomenólogos. El derecho del olvido, tanto individual como colectivo, cuando se trata de recuerdos desagradables de la experiencia vivida, choca en ocasiones contra el olvido impuesto. En consecuencia, encontramos la amnistía, que como derecho de gracia y como residuo del derecho divino medieval, es un privilegio de regalía que sólo se pone en práctica periódicamente, según la voluntad del jefe de Estado. La amnistía como olvido institucional, guarda una proximidad foné- * Profesor e investigador. Universidad Distrital Francisco José de Caldas Las luchas por la Memoria 16 tica y semántica con la palabra amnesia, aspecto que señala un pacto secreto con la negación de memoria que aleja la verdad del perdón después de haber propuesto su simulación. 

La lucha por la memoria, la imposibilidad del olvido y la verdad jurídica, en términos sociales, compromete a un alto porcentaje de la nación cuando de delitos de lesa humanidad se trata. Para Tzvetan Todorov (Los abusos de la memoria, 1995), a lo largo del siglo XX, debido a que los regímenes totalitarios concibieron el control de la información como una prioridad, se mancilló la memoria y se abusó de ella, lo que trajo como consecuencia una abierta lucha entre la nación y el Estado por el control de la memoria, la oficialización del olvido y la imposición de la verdad jurídica. En este sentido, frente a la experiencia de la segunda guerra mundial anota que “informar al mundo sobre los campos de concentración es la mejor manera de combatirlos; lograr ese objetivo no tiene precio” (Todorov, 1995: 13). Los regímenes totalitarios y militares cuentan con una carga emocional implícita para quienes los han vivido, lo que trae como consecuencia un derecho al olvido propio o una tensión al recuerdo. Por ende, la memoria no se opone en absoluto al olvido. Los dos términos para contrastar son la supresión (el olvido) y la conservación; la memoria, es en todo momento, y necesariamente, una interacción de ambos. De ahí que, para Torodov, la recuperación del pasado es indispensable, lo cual no significa que el pasado deba regir el presente, sino que, al contrario, éste hará del pasado el uso que prefiera.

Memoria con sentido de futuro

Memoria con sentido de futuro

Esta publicación reúne las ponencias presentadas en la “Cátedra del Bicentenario: memoria con sentido de futuro”, realizada entre los meses de marzo y julio de 2010. 

Con motivo de la conmemoración del Bicentenario del Grito de Independencia, el Centro del Bicentenario: Memoria Paz y Reconciliación de la Secretaría Distrital de Gobierno y la Cátedra de Pedagogía instituida por la Secretaría de Educación de Bogotá unieron sus esfuerzos; es así como se ofreció la oportunidad de abordar temas trascendentales de nuestra historia. 

En la sesión inaugural, realizada el 10 de marzo, el secretario Distrital de Educación, Carlos José Herrera, centró la Cátedra cuando señaló que “[…] la temática ‘Bicentenario: memoria con sentido de futuro’, no sólo nos ayuda a reflexionar sobre los doscientos años de la Independencia, sino sobre lo que está ocurriendo ahora”; indicó que nuestros pueblos del continente tuvieron una agenda común en su lucha emancipadora, y hoy, en varias naciones de América Latina, rescatan su sentido de historia abriendo centros de memoria en Chile, Uruguay, Brasil, Colombia y la misma España, para Memoria con sentido de futuro │ Cátedra del Bicentenario 10| rescatar el legado de sus pueblos. “Esa agenda común debe ser objeto de estudio en búsqueda del desarrollo del derecho a tener memoria para no repetir y sacar experiencias en defensa de la democracia y los derechos humanos”, recalcó Herrera.

 La Cátedra incluyó en las tres primeras sesiones reflexiones sobre los fundamentos del Estado de Derecho y los derechos humanos, sobre conquista de derechos para las mujeres en setenta años de luchas y el significado histórico de la Asamblea Constituyente de 1991. En la segunda parte de la Cátedra se abordaron temas de gran importancia en la pedagogía de las Ciencias Sociales y el análisis histórico de los movimientos populares. 

En este volumen se incluyen las ponencias centrales que están a disposición de los lectores en el aula virtual del Centro del Bicentenario: Memoria, Paz y Reconciliación, al lado de otros textos que son un calificado material de consulta para que en los centros educativos se continúe profundizando en esta Pedagogía de la Memoria con Sentido de Futuro.