Ella nos cuenta los detalles de dos de estos casos: “El primero de mayo en Bogotá, a un grupo de manifestantes las trasladaron a una estación de policía en el barrio San Benito, en donde ellas reportan haber sufrido agresiones y que un agente de policía las hizo desnudar, e hizo desnudar a una mujer en especial dentro del CAI. Otra situación fue el 29 de abril en Cali, donde una mujer estaba en una URI para ser judicializada supuestamente por obstrucción de la vía pública y en medio de la retención fue sometida a tocamientos indebidos por parte de los agentes de policía. También es de señalar que la mayoría de estas detenciones son realizadas exclusivamente por policías hombres, incluso si hay una mujer presente esto no exime a las mujeres de ser víctimas de esta violencia”.
Daniela Buriticá, joven defensora de derechos humanos, también señala que estas violencias de género están siendo más visibles, las personas están denunciando más con la ayuda de las redes sociales: “La gente en este momento está siendo más consciente de que hay que documentar estas vulneraciones y también le está perdiendo el miedo a denunciar. Sin decir que se ha perdido completamente el miedo, que aún existe”. Sin embargo, aun existe un subregistro muy grande de estos casos.
La Defensoría del Pueblo señaló la cifra de 106 personas que denunciaron ser víctimas de violencias basadas en género, en contra de mujeres y población con orientación sexual diversa, de estas 23 son casos de violencia sexual. Sin embargo, la sociedad no conoce avances en las investigaciones y sanciones de estos casos. En general, ante las VBG se destaca la ausencia de investigación y poca diligencia de las autoridades. “Esto no es nuevo, es un discurso encubridor, que pone como menos importante las violencias sexuales y las VBG. Esto se traslada también a las diferentes vulneraciones de derechos humanos, pero en especial esto es muy preocupante, porque es un velo protector que tiene la Policía Nacional, en donde no hay claridad en las investigaciones o en el desarrollo de las denuncias penales”, señala Daniela.
Lesiones oculares
Los distintos registros destacan el crecimiento de las lesiones oculares durante el actual Paro. Desde el Paro de 2019 se presentaron algunas afectaciones a los ojos. Los y las defensoras destacan que es un fenómeno que se observó también en el estallido social en Chile. Este nivel de impacto a los ojos evidencia una sistematicidad, una aparente “orden no formal” del ESMAD de disparar al rostro. Una herida que afecta a largo plazo la vida de los y las manifestantes, pues implica la pérdida de la visión en muchos casos. También dentro de los heridos se observan varios lesionados en el rostro con tiros directos a la cara. De acuerdo con la ONG Temblores, entre el 28 de abril y el 26 de junio de 2021 han ocurrido 82 hechos de lesiones oculares.
Más allá de las cifras y los datos
Este difícil trabajo de registrar las violaciones a derechos humanos tiene el objetivo de que no vuelvan a ocurrir, de prevenir el abuso de autoridad de la Policía. “Esta información es precisamente para que haya una incidencia para un cambio de comportamiento de la Policía, de las Fuerzas Militares y una política distinta”, señala Leonardo González, de INDEPAZ. Los y las defensoras de derechos humanos están aportando al debate sobre una reforma a la Policía. Ellos y ellas, junto con las víctimas directas, conocen de primera mano los excesos de la fuerza pública y pueden aportar propuestas fundamentales en este sentido.
Las organizaciones de derechos humanos destacan la sistematicidad que han tenido estas violaciones a los derechos humanos. Las definiciones de la sistematicidad hablan de la existencia de patrones que han sido repetitivos durante el tiempo, de una misma manera. También, de que “ las víctimas son manifestantes… es en el marco de la manifestación. Algo muy importante para decir si es sistemático, es la participación de agentes estatales, participación de cualquiera por acción, por omisión o por complicidad. Aquí precisamente es muy clara la acción por parte de los entes estatales”, afirma González.
Una historia de la defensa de derechos humanos en Colombia lleva el trágico título de “Contando muertos” (Counting the Dead: The Culture and Politics of. Human Rights Activism in Colombia. University of California Press, 2007). Su autora, Winifred Tate, señala que la historia del movimiento de derechos humanos en Colombia está marcada por la acción de “contar muertos”, de documentar y sistematizar la muerte y las víctimas desde la década de 1980.
Colombia ha experimentado distintas crisis de violaciones de derechos humanos, ha pasado por periodos de fuerte represión donde los defensores de derechos humanos han realizado un trabajo de documentación, sistematización y denuncia constante desde hace varias décadas y en el actual Paro Nacional siguen “contando muertos”. El trabajo de los y las defensoras para que conozcamos la dimensión de la violación a derechos humanos debe ser resaltado, no solo son cifras, son vidas humanas.