Así fue la inauguración de la exposición «Hay Futuro, Si Hay Verdad. De la Colombia herida a la Colombia posible»

El pasado lunes 12 de febrero, el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación recibió la visita de distinguidos invitados para la apertura de la exposición «Hay Futuro, Si Hay Verdad. De la Colombia herida a la Colombia posible», de la Comisión de la Verdad. Entre los asistentes se encontraban organizaciones de víctimas, instituciones, medios de comunicación y diplomáticos, quienes se unieron en un emotivo acto para conmemorar este importante hito.

Entre los invitados de honor destacaron magistrados de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), ex comisionados de la Comisión de la Verdad, representantes del gobierno distrital y la Alta Consejería para las Víctimas, entre otros actores clave en el proceso de construcción de paz en Colombia y en Bogotá.

 

El evento contó con destacadas intervenciones, entre las que se incluyeron las palabras del padre Francisco de Roux, ex presidente de la Comisión de la Verdad, Roberto Carlos Vidal López, presidente de la JEP, y Martina Klumpp, Embajadora de Alemania en Colombia.

Durante el acto de apertura, se expresaron sentimientos de gratitud y reflexión. La ex comisionada de la verdad, Lucia González, agradeció a todos los involucrados en la realización de la exposición. Por su parte, Isabelita Mercado, Alta Consejera para los Derechos de las Víctimas, la Paz y la Reconciliación, enfatizó la importancia de que Bogotá sea un referente de paz territorial. Además, Ana María Cuesta, directora del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, reafirmó el compromiso de seguir siendo un espacio para acoger las diversas voces de las víctimas y las organizaciones sociales.

 

La exposición, que a partir del 13 de febrero está abierta al público en general, invita a los visitantes a conocer los hallazgos y recomendaciones del informe final de la Comisión de la Verdad. Se trata de un llamado a la paz y la reconciliación basado en la verdad del conflicto armado colombiano, que busca promover la construcción de un futuro más esperanzador para el país.

El panel de apertura de la exposición contó con la participación de representantes de Usaid, Grupo Sura, Rodeemos el Diálogo y GIZ, quienes sumaron sus voces y experiencias en este importante evento dedicado a la memoria y la reconciliación nacional.

Agenda en este 2024 tu visita al Centro de Memoria, Paz y Reconciliación

Te invitamos a programar tu visita al Centro de Memoria, Paz y Reconciliación (CMPR) en este 2024 y conocer la exposición «Hay futuro si hay verdad. De la Colombia herida a la Colombia posible» de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). Esta exposición abrirá sus puertas al público a partir del 13 de febrero.

Para agendar tu visita guiada , te pedimos completes el siguiente formulario de solicitud: 

Después de recibir tu formulario, un integrante del equipo del CMPR se pondrá en contacto contigo para confirmar el tipo de visita, así como fecha y hora disponibles. Ten en cuenta que el CMPR tiene un plazo de 10 días hábiles para responder a tu solicitud y proceder con el agendamiento.

La visita guiada incluirá un recorrido por el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, así como la oportunidad de explorar la exposición de la CEV. La duración total será de 2 horas, por lo que te recomendamos llegar con 15 minutos de antelación a la hora acordada.

Es importante tener en cuenta que el número máximo de participantes por visita es de 40 personas. Así que, reúne a tus amigos, familiares o compañeros y únete a esta experiencia única para comprender y reflexionar sobre la historia de Colombia en su camino hacia la paz y la  reconciliación.

¡Esperamos recibirte pronto en el CMPR!

Diplomado para la apropiación del informe final de la Comisión de la Verdad

El Centro de Memoria, Paz y Reconciliación y la Comunidad de Prácticas Pedagógicas por la Memoria, la Verdad y la Paz, lanzan un nuevo diplomado, para la apropiación del Informe Final de la Comisión de la Verdad. Este busca propiciar escenarios de encuentro, intercambio y creación pedagógica entre educadores y líderes sociales y comunitarios, para la apropiación del Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, y de contenidos de la plataforma digital.

El diplomado sin costo está abierto para maestros y maestras en ejercicio y en formación, educadores populares y comunitarios, líderes y lideresas juveniles, sociales y comunitarios, que acompañen o lideren procesos de educación, memoria y construcción de paz en Bogotá.

El proceso académico tendrá una duración de tres meses, con una intensidad de 100 horas, bajo una modalidad de formación directa, trabajo autónomo y trabajo colaborativo. Se entregará certificado con una asistencia mínima del 80% avalado por la Maestría en Educación para la Paz de la Universidad Distrital y el Centro de Memoria.

Las sesiones presenciales se realizarán en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, la Universidad Distrital, la Universidad Pedagógica Nacional y la Biblioteca Luis Ángel Arango.

NOTA: Agradecemos a todas las personas que se inscribieron en el diplomado para la apropiación del Informe Final de la Comisión de la Verdad, en contextos educativos y comunitarios. Las inscripciones han sido cerradas porque superamos el límite de cupos. Compartimos información actualizada:

Virtualidad: Las instituciones y organizaciones que conformamos las comunidades de prácticas pedagógicas por la memoria, la verdad y la paz, como respuesta a las solicitudes y alta demanda del diplomado presencial, ofertaremos otro diplomado de naturaleza virtual. Pronto lo comunicaremos por las redes sociales.

Certificación: Como se manifestó en el formulario de inscripción y en el plan de estudios, pronto asignaremos los cupos de las personas que serán aceptadas para cursar el diplomado presencial y se informará vía correo electrónico. Las personas que cursen mínimo el 80% de las sesiones del diplomado, serán certificadas.

Conferencias: Todas las personas inscritas, y quienes no, podrán acceder a las conferencias de cada una de las sesiones que estarán alojadas en las plataformas del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.

Otras propuestas de formación: En las redes del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación y del Colectivo de Formación Para la Paz, estaremos invitando a los diálogos pedagógicos nacionales sobre el legado de la Comisión de la Verdad. Además de conferencias, círculos de estudio del legado y co-creación de piezas comunicativas, se proponen diseños de estrategias didácticas propias a los enfoques territoriales. Inscripciones: colectivoformacionparalapaz@gmail.com

Rompecabezas de la Memoria: aportes a Comisiones de la Verdad.

Rompecabezas de la Memoria, Aportes a Comisiones de la Verdad

La historia de las guerras y conflictos armados en Colombia se ha venido contando a retazos. En cada periodo del largo ciclo iniciado en los años cuarenta, le ha llegado el momento a informes, relatos y novelas, que hacen ya una larga lista en las bibliotecas que casi nadie lee. Por estos días, de nuevo hay una efervescencia de conversaciones y estudios que quieren aportar a la comprensión de lo que ha sucedido en setenta años de violencias, con investigaciones o informes de casos, de momentos especiales o de procesos de larga duración. Parece que le ha llegado otro turno a la memoria y a la verdad histórica. 

Un capítulo especial de ese ejercicio de reconstrucción histórica, o de inventario de desastres, lo han ocupado los informes de comisiones de estudio convocadas por los gobiernos, junto con esfuerzos sobresalientes de documentación, realizados desde centros no estatales de pensamiento y distintas ONG. 

La revisión de esos informes trae muchas sorpresas sobre el lugar marginal que en las políticas oficiales ha tenido la memoria histórica en todas estas décadas de violencias y conflictos armados. De este recorrido se ocupa esta publicación, recogiendo algunas reflexiones y documentos aportados en eventos realizados en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación en su proceso de construcción. El repaso se realizó con fines pedagógicos y en la búsqueda de un norte para la acción del Centro en su fase inaugural. En esta compilación, se llega hasta la efervescencia de las memorias en la última década, que contrasta con lo ocurrido en los cincuenta años anteriores. 

Primero fue la omisión oficial. Después de las dictaduras de mitad del siglo XX, se impuso el silencio del Frente Nacional: el pacto bipartidista, orientado 6 Rompecabezas de la memoria ¿Aportes a una comisión de la verdad? Por el documento elaborado por Laureano Gómez y Alberto Lleras Camargo, incluyó la idea de dejar en el olvido lo sucedido entre 1948 y 1958. De manera tímida le cargan culpas al gobierno “tiránico” del General Gustavo Rojas Pinilla, y el resto de la historia queda cubierto por la tesis del “enfrentamiento fratricida” o la “violencia sectaria”. La Comisión para el estudio de las Causas de la Violencia, creada por la Junta Militar en 1958, se disolvió después de haber recorrido varias regiones, haciendo entrevistas, promoviendo pactos de cese de hostilidades y acumulando documentos. La tarea de esclarecimiento fue asumida, en 1962, por la Universidad Nacional, desde la Facultad de Sociología, creada por Orlando Fals Borda y Camilo Torres Restrepo. El grupo conformado fue apoyado por la empresa privada, y con el aporte fundamental de Monseñor Germán Guzmán, publicó los libros titulados La violencia en Colombia. El primer tomo, en 1962, y el segundo, en 1964. 

El primer informe de origen oficial se produjo en 1987 a pedido del gobierno. Se trata del documento Colombia: Violencia y Democracia, de la Comisión de Estudios sobre la Violencia, publicado por el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional. Convocados por Gonzalo Sánchez, un destacado grupo de académicos proyectó el estado de ánimo de la sociedad y del gobierno, luego del fracaso de las negociaciones de paz y del holocausto del Palacio de Justicia, durante el gobierno de Belisario Betancur. La llamada “violentología” ocupó el primer lugar en atención y fue criticada por haber minimizado la dimensión de la crisis de Estado, del autoritarismo que había sucedido al Frente Nacional y de las guerras que se imponían sobre las lógicas de la violencia ordinaria. Lo que se destacó fue una tipología de muchas violencias y la tesis de que lo importante para el Estado era afrontar “la violencia de la calle”. Este enfoque debilitó las recomendaciones de la Comisión, que incluían puntos importantes hacia la reestructuración democrática del país y en nombre de una convocatoria a conjurar la violencia, dejó de lado la definición de políticas de paz. 

El enfoque de la academia y de las políticas públicas hacia las dimensiones de la violencia, le cedió el campo de la memoria a las acciones de resistencia en defensa de los derechos humanos, en el periodo más crítico de guerra y terror de la historia de Colombia, entre 1985 y 2005. La síntesis de esas memorias de resistencia es el informe Colombia Nunca Más, que responsabiliza al Estado por el paramilitarismo, las graves violaciones a los derechos humanos y a las normas del Derecho Internacional Humanitario.

Al lado de ese informe, elaborado en una alianza de 17 organizaciones defensoras de derechos humanos, hoy avanzan procesos de “memoria viva”, como los encabezados por Reiniciar y las víctimas del genocidio en contra de la Unión Patriótica, la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz y sus comunidades eclesiales de base; la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfaddes), el Comité Permanente de Defensa de los Derechos Humanos, Cinep, Comisión Colombiana de Juristas, Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, Asociación Minga, Ruta Pacífica de las Mujeres, Casa de la Mujer y colectivos de diversas partes del país. 

Los acuerdos de paz entre el gobierno y algunas guerrillas, entre 1989 y 1993, no le dieron importancia a la memoria, ni a la verdad histórica. La excepción fue el informe Pacificar la Paz, que siguió a la desmovilización del EPL y el Quintín Lame, el cual ha pasado desapercibido, no obstante la documentación y recomendaciones que hacen sus autores bajo la coordinación de Alejandro Reyes Posada.

 Hasta 2012, la política oficial fue la desmemoria sobre el conflicto armado, sus determinantes y consecuencias. Durante la primera década del siglo XXI, se estableció como verdad oficial la negación de la existencia del conflicto armado interno y de crisis humanitaria o violaciones a las normas del Derecho Internacional Humanitario. Por ley, se definió que en Colombia solo se podía hablar de violencia de grupos armados ilegales y, en ningún caso, de responsabilidades del Estado. A pesar de esta política pública, se abrieron paso iniciativas como el Grupo de Memoria Histórica y el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación. 

En el recorrido por los informes sobre la violencia y los conflictos armados en Colombia, tal como se ilustra en esta compilación, se constata que la apertura a la memoria y a la verdad histórica ocurre en el país desde las organizaciones de víctimas y de defensa de los derechos humanos. En los últimos años, y en medio del conflicto, se registra un movimiento de conciencia a todos los niveles, con centenares de iniciativas locales, en las cuales se destaca el papel de las mujeres, de los jóvenes y de los centros académicos. Esa emergencia de la memoria y la verdad históricas, como fuerza transformadora, está impactando también las políticas públicas, iniciativas institucionales y las leyes de reconocimiento de los derechos de las víctimas. Así se muestra en el informe de la Comisión de la Verdad sobre los hechos del Palacio de Justicia, presentado en 2010, y de manera 8 Rompecabezas de la memoria ¿Aportes a una comisión de la verdad? especial en los documentos del Centro Nacional de Memoria Histórica, que tienen su primera gran síntesis en el informe ¡Basta Ya! Colombia: Memorias de Guerra y Dignidad, publicado en julio de 2013. 

En todas estas décadas, los silencios y olvidos de la memoria se han explicado por las condiciones que impone la guerra y los conflictos armados en el ámbito de la verdad; por la guerra de memorias como otra forma de la misma guerra. Pero también, la emergencia de las memorias de resistencia y del reto de hacer memoria histórica como instrumento de paz, son leídos como signos de un nuevo tiempo y oportunidad de otro futuro.

Detrás del espejo: retos de la Comisión de la Verdad

Detrás del Espejo, Retos de la Comisión de la Verdad

Luego de una noche de pesadillas, cuando se miró al espejo esa mañana, descubrió que en sus pupilas se escondía la alegría inocente de la ya lejana infancia; en sus labios percibió la presencia de los amores, algunos efímeros, y otros prolongados, y en cada pliegue de su rostro leyó las huellas de crueles experiencias. Vio que su vida era una mezcla de mezquindad y altruismo: vividos en proporciones diversas, según las circunstancias. Pero sobre todo, encontró que no era lo que otros decían y menos lo que por mucho tiempo creyó de sí. Esta experiencia matinal fue su hora de la verdad. 

Las naciones tienen también su hora de la verdad. Las catástrofes, las invasiones, las endemias son momentos en los que ven su rostro y descubren sus virtudes y defectos. Saben entonces de lo que son capaces y se plantean los desafíos que se derivan del conocimiento de sí mismas. 

Nuestro país está a las puertas de una hora de la verdad. Luego de más de medio siglo de un ciclo de confrontaciones que parecía no tener término, la paz parece estar cerca y el día no esté lejano, como escribió el poeta. Empezaremos a ver la verdad de nuestros conflictos, las razones y sinrazones de nuestros procederes, las repercusiones de nuestras acciones. Sin duda, es un periodo de autorreconocimiento, de saber, sin miramientos, lo que somos y de otear con esperanza lo que podemos llegar a ser. 

Parte significativa de este proceso son las comisiones de la verdad, las cuales son oportunidades para elaborar socialmente los conflictos, para descubrir como en una experiencia matinal la verdad de nuestro rostro. Quien pretenda hacerlas garrote para la vindicta o instrumento para otros propósitos subalternos, convierte en farsa lo que debiera ser un ejercicio para la autoconciencia. Y con ello, no solo las desvirtúa, sino que desvía su sentido profundo, reduciéndolas al tamaño de los rencores. 

La vida en sociedad deja de ser la existencia del hormiguero, cuando la agregación humana de que se trate pugna por realizar el concepto que de sí misma ha construido. Son los fines, los valores, el rumbo que a partir de las experiencias históricamente significativas ha podido definir. Esto que Hegel llamaba la eticidad, se torna razón de ser del vínculo social, fundamento del destino compartido que en su pleno desarrollo puede derivar en derecho, en norma constitucional, en instituciones al servicio de estos fines, en cultura política. La comunidad nacional, a través del Estado como instrumento, realizaría el concepto que de sí ha elaborado. 

En nuestra opinión, este es el significado trascendente de las comisiones de la verdad. Encuadradas en la voluntad de superar un periodo traumático en el transcurrir de un pueblo, a veces como producto de un compromiso entre las partes enfrentadas, estas comisiones apuntan a redireccionar el rumbo de las sociedades por la vía de la elaboración de los traumatismos que han padecido por causa de dictaduras, guerras civiles, conflictos internacionales, entre otras posibilidades. 

La verdad es concreta, se ha dicho. No es una entelequia abstracta sin determinaciones históricas. La verdad es siempre incompleta y en plan de satisfacer su vocación de complejidad. A estas limitaciones están sometidas, sin evasión posible, las comisiones de la verdad, algo que no debieran olvidar quienes pretenden guiarse por razones absolutas, porque con ello las elevan a condiciones imposibles para que la sociedad supere de manera constructiva periodos como el que Colombia está a punto de cerrar. 

Nuestro país surgió presa de una contradicción hasta hoy no superada a la vida independiente en los marcos del ideal del Estado moderno, pero en realidad carecía de una comunidad nacional que le sirviera de fundamento. No podía existir unidad de destino si los componentes de los llamados a ser parte de dicha comunidad se contraponían como bárbaros y civilizados, y si estos últimos solo podían mantener la supremacía a condición de que en la sociedad persistieran la asimetría y la exclusión. La civilización y la barbarie pueden llegar a ser dos órdenes inconmensurables, solo que en este caso no serían dos conceptos contrapuestos, sino dos conjuntos humanos que compartiendo un mismo espacio sociotemporal viven el antagonismo total de “me llevarlo me lo llevo yo” como canta el juglar vallenato. Por ello, de la violencia permanente que surge de este enfrentamiento se pasa a las guerras, guerrillas y dictaduras recurrentes que hemos vivido. 

En nuestro caso, la violencia ha acabado en rasgo medular de la sociedad colombiana: ella da poder económico y político, prestigio e influjo social, que a su vez genera más violencia porque esta es el medio para acrecer lo conquistado. Algo que se practica desde el Estado, el paraestado y el contraestado, por los ricos y por los que están en plan de enriquecerse y para lo cual hasta la misma insurgencia acaba siendo funcional. A esclarecer esta lógica perversa, en sus variadas modalidades, debiera servir una comisión de la verdad, pues no es otra la verdad profunda de nuestros conflictos. Es el camino para reencontrar los ideales primordiales de nuestra nación y que están anclados en nuestra condición de colombianos desde la lucha por construir una nación independiente, por conquistar una sociedad de libres e iguales, que reconozca la diversidad como su mayor riqueza y que esté llamada a garantizar el pleno desarrollo de todas y todos sin excluir a nadie de este destino. 

A este fin debiera servir una comisión de la verdad en nuestro país y a ello están orientados los trabajos que recoge este libro, que hoy el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación entrega para el estudio y la acción. Buen provecho, como solemos decir cuando compartimos un buen plato.